EL PODER DE LOS RETRATOS
 
PENSAMIENTO ABIERTO SOBRE LA FUNCIÓN Y EL PODER DE FOTOGRAFÍA DEL RETRATO

por Ashley Mercado
Artes Magazine, 2008

La no-coreografía de una sola luz


Se dice que en cada retrato existen dos personas: el sujeto y el fotógrafo. El retrato fotográfico se ha conocido y hasta celebrado, por esta tensión. Pero la dualidad puede servir para socavar este singular y específico propósito del retratismo: la representación de un individuo.


La fotógrafo suiza-americana Rebecca Zilenziger ha trabajado desde su estudio y cuarto oscuro en el Viejo San Juan, Puerto Rico durante dieciséis años. Desde fotos de viaje y de estudio, sus proyectos fotográficos van de desastres naturales y desórdenes mentales a solares en construcción y figuras culturales anónimas o conocidas. Rehusando colocarse en el centro de su trabajo, Zilenziger ha acumulado un cuerpo de imágenes que re-evalúan la percepción cultural, con la intención de que la gente vea las cosas de maneras no vistas antes.


Los niños autistas padecen a causa de los supuestos sobre su conducta, al igual que los artistas latinoamericanos o hispanos continúan sufriendo la oscuridad. En ambas instancias, hay una verdad no reconocida. En cada fotografía el individuo observa desde el fondo de sus ojos su propia experiencia de vida, o coloca su cuerpo en la comodidad de su propia disposición. Las fotos de Zilenziger muestran el “desorden” como una percepción social en vez de la condición de autismo o la circunstancia de oscuridad. Las imágenes no están manchadas por una opinión, sino representadas en un único momento de realidad particular.


Innumerables fotógrafos de retratos se insertan en las imágenes que producen. Annie Leibovitz prefiere la coreografía de persona célebre a la de persona privada de sus sujetos. Diane Arbus atacó el concepto de arte “correcto” en su trabajo. Se dice que los retratos de Richard Avedon eran primero él, segundo él y último él. Y aunque estos motivos íntimos y significados son vitales para la evolución del arte del retratismo fotográfico, la repetición mimética de la técnica ha reducido el retratismo a la personalidad del fotógrafo.

Las imágenes de artistas puertorriqueños importantes e históricos de Zilenziger, surgieron de una simple búsqueda de un libro conciso sobre el tema, para “ver sus caras,” dice. Luego Zilenziger descubrió que tal libro no existe. Consecuentemente ha buscado y fotografiado artistas puertorriqueños, yendo a sus casas y estudios o invitándoles al suyo. Cada artista de la serie es significativo; su trabajo se expone en museos, se vende en galerías, se discute en las clases de historia del arte de las universidades y está en las colecciones.

 

Se evidencia en la serie una preocupación por la incapacidad de identificar las caras de los artistas puertorriqueños. Cada artista abarca la foto en su totalidad. El área que rodea al artista está desenfocada, es oscura e irrelevante. En un esfuerzo por conectar el espectador al individuo, nada distrae de la introducción – una presentación que Zilenziger hace inmediatamente.

 

Esta serie de artistas puertorriqueños es emblema de un asunto más importante al que se enfrentan el mundo del arte y el público: si el nombre, la obra y la cara del artista no están en concierto el uno con el otro, se margina al artista y su trabajo. Al igual que con la mayor parte del arte y cultura latinoamericano, las fronteras del reconocimiento están fuertemente vigiladas.

 

Los fotógrafos, amorosamente utilizan tres, cuatro y hasta cinco luces o más. Y aunque su trabajo pueda ser increíblemente llamativo, hay un brillo que ronda lo grotesco por su reverencia a la publicidad. Zilenziger no es sutil respecto a su disgusto por el exceso de iluminación. Ella utiliza luz natural o una sola luz Elinchrom (fabricación suiza), pero nunca las dos a la vez. Su única luz sirve de punto focal – sin ninguna barrera que ateste o congestione el acceso del espectador o sobrecargue la imagen con artificialidad. Zilenziger presenta a individuos que emergen de sus propias sombras naturales.

 

 

Para la serie de imágenes de niños autistas, el uso de la luz se convirtió en un punto de apoyo para la interacción en el estudio. Para esta serie, hecha en Providence, Rhode Island, Zilenziger trabajó en un centro de conducta que une el manejo de niños y la investigación del desarrollo. El proyecto requirió una propuesta, una retahíla de relevos, apoyo del personal clínico y muchos viajes al lugar.

 

La noción de desconexión limita la ayuda que los profesionales y los padres pueden dar a los niños autistas. Sin embargo, cuando los niños entraron a la sala, la única luz se convirtió en un punto de atracción. Cada imagen en la serie representa momentos muy reales y muy directos de contacto visual. Hasta hoy, las investigaciones se esfuerzan por contextualizar el autismo dentro de la diversidad de conductas de funcionamiento humano. Zilenziger representó a los niños autistas con agudeza visual, libre de la abundancia de información procesada, que manipula los hechos y las sutilezas a su manera.

Hoy día, el fotógrafo retratista astuto es uno que rehúsa colocarse en cualquier lugar que no sea tras la cámara. En vez de congestionar la imagen con motivos ulteriores, permite que la foto se enfoque en su sujeto. Del mismo modo que un retrato funciona para honrar y recordar, Zilenziger se acuerda de honrar la función de un retrato.